Alexandro Roque
El 5 de octubre de 1910 Francisco I. Madero promulgó el Plan de San Luis, que invitaba a la población a levantarse en armas contra el gobierno del presidente Porfirio Díaz. Acostumbrada a las revueltas, Carbonera sintió sin mucho escándalo los estragos de la guerra. Si bien es cierto que San Luis Potosí capital fue el sitio donde inició la revuelta, Carbonera y otros municipios fueron escenario de algunas luchas, la mayoría sin consecuencias graves.
Rafael Nieto, originario de Cerritos, escribió que la revolución en la zona “fue tan dura y enconada como en cualquier región de Chihuahua o de Morelos”.
Desgraciadamente algo de lo que se sabe es que hubo un incendio, uno de los tantos que ha habido en el edificio que alberga a la presidencia municipal de la Villa, y desaparecieron varios valiosos archivos.
Antes, la banda municipal de la Villa había ganado fama nacional, efímera como todas las famas, al ir a la ciudad de México, acompañando a la pianista Carmen o Macedonia Morales, de la que quedan algunos veinte libros y diarios guardados celosamente en la casa de uno de los principales de la Villa, ya que nadie se ha interesado en publicarlos. Eran los tiempos de buena fama de la banda. Un trío que interpretaba décimas y valonas fue también a la capital de la república, se desconoce el nombre del violinista, pero el guitarrrista se llamaba Candelario Rodríguez, de Guadalcázar, y el segundero –que murió hace poco–, era don Nicanor Buenrostro, de Santo Domingo.
Eso sí, la revolución bajó la población de nuestro municipio, por muerte o por migración: de 2 mil 257 habitantes que tenía en 1910, quedaban apenas unos 2 mil 22 en el año de 1921, según el censo.
Entre los revolucionarios que entraron con sus huestes a Carbonera y luego a la Villa se destacan Antonio Medellín y Adalberto de Ávila, y recuerda don Mariano Ruiz que en 1936 “a punta de balazos tumbaron hasta la puerta de la cárcel, y tomaron la presidencia”.
Aunque destaca por el lado amable que en 1923 llegó como párroco de Santa Gertrudis José Guadalupe Castillo, el padre Lupito, quien casi en funciones de presidente municipal rescató “una huerta que había sido de la parroquia, inició una iglesia y […] abrieron las calles que confluyen a la plaza”.
Tras la gesta revolucionaria vino la reforma agraria, con la repartición inconsistente de las pobrezas y riquezas de la nación, de las que fueron parte importantes las haciendas, hoy reducidas en su mayoría a cascajo, y en cuyos cascos hoy habitan unos cuantos ancianos que bajan los jueves (día de descanso no oficial) y domingos a la cabecera municipal a hacer sus compras o a llamar por teléfono (casi siempre por cobrar) a los parientes en Estados Unidos.
Narra don Toño: “Después de Agua del Medio todavía seguían dos ranchos en la sierra, que eran Rancho nuevo y La Mora, hasta panteón hay. Pero esa gente en la Guerra Civil de 1910, se fue a otros lugares y no volvieron, esos ranchitos están muertos. Vivíamos por la calle Hidalgo, pero luego hubo un combate y mejor nos fuimos. Un soldado se cayó en un pozo, y gritaba y gritaba y no, pos quién, hasta que fueron a ver y era un hombre que allí se cayó, por la calle Hidalgo”.
Entonces en 1919 ya don Abel Rodríguez y don Florencio Álvarez, él era de aquí, se comunicaron con don Nabor Guerrero, que era el dueño de la hacienda y empezaron a haber trabajos, y entonces ya nos empezamos a ir para allá. Pero había como 20 familias ahí en Juan Domínguez con el interés de la humedad. Luego se vino un señor de Cerritos, un don Anastacio Leal y el tenía dinero, ocupaba a mis hermanos”…
IMAGEN. Villa Juárez ha sido cuna de grandes músicos. ARCHIVO PN.
Los comentarios están cerrados.