Ah, los notarios, ese exclusivo club heredado de padres a hijos, casi como si las notarías fueran reliquias familiares en lugar de instituciones públicas. La diputada Leticia Vázquez Hernández, cansada de esta aristocracia legal, ha decidido agitar las aguas con una propuesta audaz: que los notarios sean elegidos por voto popular. ¡Imagínense eso! Que el pueblo tenga voz en algo tan sagrado como los derechos hereditarios de los notarios. La diputada, apunta que este linaje privilegiado no solo limita a quienes podrían estar más capacitados, sino que también permite cobros exorbitantes. Según Vázquez Hernández, democratizar el acceso al notariado garantizará que las notarías dejen de ser castillos de privilegio para convertirse en herramientas del pueblo. Aunque, para ser justos, los candidatos aún tendrán que cumplir requisitos, porque tampoco vamos a poner al «compadre» que se candidateó solo porque sabe usar el sello. Si esta reforma prospera, tal vez, solo tal vez, los notarios dejarán de ser una élite impenetrable. Eso sí, seguro alguien ya está buscando cómo heredar el voto también.
¡Bienvenidos al siglo XXI, donde la brujería se modernizó! Ya no necesitamos sapos ni muñecos de vudú; ahora tenemos «chamanes digitales» que combinan WhatsApp con guisantes negros. Lo fascinante es que estos «maestros del ocultismo» prefieren PayPal a las veladoras y Facebook a los calderos. La Fiscalía «descubre» lo que cualquier usuario de redes sociales podría anticipar: que los estafadores evolucionan más rápido que las autoridades. Y mientras la policía cibernética busca brujas con lada de CDMX, los verdaderos maestros del engaño siguen cocinando sus estafas en el caldero digital local.
Entre los defensores de animales que creen que las calles son un albergue gigante y los dueños irresponsables que piensan que el mundo es un basurero canino, tenemos el cóctel perfecto de la incompetencia urbana. Los protectores aparecen más rápido que Flash cuando alguien sugiere control poblacional, pero se evaporan mágicamente cuando hay que limpiar excremento o pagar facturas médicas por mordeduras. ¡Ah, pero cuidado con proponer soluciones! Porque es más fácil tomarse selfies alimentando jaurías que establecer un programa serio de control animal.
«El Pesillo»! O “El Pesito”, así le dicen, al parecer dependiendo de cómo le haya ido en el día. Este joven se ha convertido en una especie de celebridad ambulante en las calles de Cerritos, aunque no por las razones que alguien aspiraría. Su rutina es tan predecible como deprimente: deambula, pide unas monedas y las invierte en lo que podríamos llamar «bebidas espirituosas», pero del tipo que te deja inconsciente en la primera banqueta que encuentres. Al parecer, su aprecio por el confort del asfalto supera al de una cama decente. Y claro, como siempre, la culpa está en todas partes y en ninguna. Algunos vecinos, hasta filosofan al señalar con resignación que “El Pesillo” vive mejor que muchos, pero no ha tenido la fortuna de una familia que lo saque del hoyo. Otros, aseguran que todo se remonta a su niñez y la falta de hábitos productivos, porque, claro, nada como un análisis rápido y sin contexto para resolver problemas sociales complejos. Entre tanto debate, lo único seguro es que “El Pesillo” sigue siendo una postal viviente de un problema que Cerritos prefiere ignorar: la falta de un centro de rehabilitación para quienes enfrentan adicciones. Pero no nos desviemos, que la verdadera preocupación aquí, según algunos, no es su salud, sino el riesgo de que un día lo encontremos “tieso” en una helada madrugada. Eso sí, mientras siga siendo «inofensivo», no pasa nada, ¿verdad? Total, las banquetas siempre estarán ahí, esperando a ser su colchón.
Nos leemos la próxima…
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