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«Echar la sal»

  • La superstición que condimenta nuestro lenguaje

MARCO SERNA.- En la cultura mexicana, la expresión «echar la sal» ha arraigado profundamente en el imaginario colectivo como una forma de aludir a la mala suerte o a la acción de augurar un destino poco favorable. Esta frase, ampliamente utilizada en el habla cotidiana, refleja la compleja relación que la sociedad mexicana mantiene con las supersticiones y creencias populares.

El origen de esta expresión se remonta a tiempos antiguos, cuando la sal era un bien preciado y difícil de obtener. En aquellas épocas, la sal se extraía de salares y minas distantes, transportándose en caravanas durante meses, lo que la convertía en un producto costoso y valorado. Más allá de su valor económico, la sal desempeñaba un papel vital en la supervivencia humana, siendo crucial para mantener el equilibrio hídrico en el cuerpo y prevenir la deshidratación.

Dada su importancia, derramar la sal se consideraba un acto de mal agüero, una creencia que se transmitió a través de generaciones y que eventualmente se transformó en la expresión «echar la sal». En el México contemporáneo, esta frase se utiliza en diversos contextos, desde advertir sobre posibles fracasos hasta expresar escepticismo de manera indirecta.

Por ejemplo, al comentar sobre un nuevo emprendimiento, alguien podría decir: «No es por echarte la sal, pero a ese producto no le veo futuro». Esta frase no solo expresa una opinión negativa sobre las perspectivas del negocio. También refleja la reticencia cultural a desear explícitamente mala suerte a otros.

El concepto se ha extendido hasta el punto de que una persona puede describirse a sí misma como «salada», indicando que se considera propensa a la mala suerte. Dicha autopercepción puede influir en el comportamiento, llevando a algunos a evitar situaciones donde creen que su supuesta mala fortuna podría manifestarse.

Es interesante notar cómo esta superstición, al igual que otras como romper un espejo o pasar bajo una escalera, ha sobrevivido en la era moderna. A pesar del avance del conocimiento científico, estas creencias persisten, formando parte integral del tejido cultural y social mexicano.

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